Carta del Embajador Gazmuri en El Mercurio: Reforzando la agenda económica con Brasil y la región

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CHIBRA

Por Jaime Gazmuri, Embajador de Chile en Brasil

El pasado 23 de noviembre el ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil, Armando Monteiro, junto al canciller de Chile, Heraldo Muñoz, firmaron en Santiago un Acuerdo sobre Cooperación y Facilitación de Inversiones. Posteriormente, con Andrés Rebolledo, director de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, se acordó comenzar a negociar un Acuerdo sobre Compras Públicas entre ambos países, que será ratificado durante el primer semestre del próximo año.

Paralelamente, en una reunión técnica de los organismos públicos encargados de la promoción comercial y de inversiones de ambos países, con la participación de la Sofofa y de la Confederación Nacional de la Industria del Brasil, se acordó un programa de trabajo orientado a definir sectores y empresas interesadas en participar en procesos de encadenamientos productivos e inversiones.

La breve visita del ministro Monteiro a Santiago puso de manifiesto el interés de los gobiernos y los empresarios no solo de fortalecer las fuertes relaciones económicas entre los dos países, sino de buscar nuevas áreas de colaboración e iniciativas conjuntas. Es solo una aparente paradoja que este renovado interés recíproco se manifieste en el contexto de un cuadro de recesión económica en Brasil y de una disminución del ritmo de crecimiento de la economía chilena.

La economía y el mercado brasileños se ubican entre los diez mayores del mundo, y todos los analistas coinciden en que luego de la actual fase recesiva se producirá un proceso de recuperación. Las relaciones económicas entre Chile y Brasil son importantes para ambos. El comercio bilateral alcanzó la cifra de 9.800 millones de dólares en 2014. En 2015 se producirá una disminución del orden del 20%, debido a la baja del precio del cobre y el petróleo, que constituyen cerca del 50% del comercio bilateral, y a una disminución de los volúmenes en determinados bienes. Brasil es el primer socio comercial de Chile en América Latina, y nuestro país es el segundo de Brasil en la región. Pero no solo importan los volúmenes de comercio, sino su composición. Para ambos países el porcentaje de bienes con mayor valor agregado es mucho mayor que el que registran con sus otros socios comerciales. Lo mismo ocurre con el comercio regional, sobre todo en América del Sur. Así, sostener y aumentar el comercio bilateral adquiere una importancia estratégica. Este objetivo debería enmarcarse en una perspectiva regional.

El comercio intrarregional alcanza solamente un 20% del total. Una cifra extraordinariamente baja si se la compara con la de otras grandes configuraciones económicas: 70% en la Unión Europea y más del 50% en los Estados Unidos, por ejemplo. Si se considera que en 2018 en América del Sur se eliminarán prácticamente todos los aranceles, se constituirá un mercado libre de bienes de unos 400 millones de habitantes, uno de los mayores del mundo. Aprovechar esta oportunidad debe constituir uno de los elementos centrales de una estrategia de desarrollo que supere la extrema dependencia del abundante stock de materias primas que caracteriza, en mayor o menor grado, a todas nuestras economías. Las inversiones mutuas son el otro pilar de la relación.

El stock de inversiones alcanza unos 30 mil millones de dólares. Su balanza es claramente favorable a Chile: con 26 mil millones de dólares, Brasil es el principal receptor de las inversiones chilenas en el exterior, distribuidas en diferentes sectores económicos y regiones del país. Nos proponemos estimular una corriente creciente de inversiones brasileñas en Chile. Pero en este campo el objetivo es más ambicioso. Como quedó definido en las reuniones técnicas de gobiernos y empresarios, es necesario avanzar en la creación de encadenamientos productivos a nivel regional, como el instrumento para una inserción competitiva en la economía global.

La voluntad expresada por nuestros gobiernos de profundizar y ampliar la agenda económica bilateral es una demostración de la vitalidad y pertinencia de la política de Convergencia en la Diversidad en América Latina definida por el gobierno de la Presidenta Bachelet, de la cual el establecimiento de una agenda común entre Mercosur y la Alianza del Pacífico es una pieza clave. Es precisamente el agotamiento de un ciclo económico favorable, basado en los elevados precios de las materias primas y la ampliación de los mercados internos producto de políticas sociales de inclusión, el que puede dar un renovado impulso a los procesos de integración regional. Para cada uno de nuestros países la integración regional en todos los planos debería ser parte de la solución para enfrentar los desafíos del futuro.

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